El papel de la mujer en el arte.

EL PAPEL DE LA MUJER EN EL ARTE.

¿Se le ha concedido a la mujer un papel justo en la Historia en consonancia con su labor o se la ha desprestigiado por el mero hecho de ser mujer?

¿Acaso no ha habido mujeres relevantes que jugaron un papel crucial en la Historia?

 

Lourdes Méndez, en su artículo sobre la “Antropología de la producción artística”  ofrece una panorámica bastante amplia acerca del papel de la mujer en el arte a lo largo de la historia y las distintas consideraciones sociales que de ella se ha tenido en función de la época. Además exalta la heroicidad de muchas de ellas por conseguir el puesto que les corresponde como seres humanos que son, el mismo que cualquier hombre, puesto que muchas veces se ha tenido mucho más en cuenta a la hora de juzgar una obra artística si era fruto de un hombre o de una mujer en lugar de la calidad estética de la obra y su profundidad psicológica.

Afortunadamente, la visión de la mujer en la Historia del Arte ha cambiado positivamente en la actualidad y se está cada vez más concienciando a la sociedad del papel que la mujer jugó no sólo en el Arte sino en la Historia misma, empezándose a reconocer que, en numerosas ocasiones, detrás de un hombre célebre hubo una mujer.

 Son numerosos los ejemplos de mujeres excepcionales a lo largo de la Historia. Éste fue el caso de mujeres como Luisa de Saboya, que, poseedora de un agudo conocimiento de las complejidades propias de la política y la diplomacia, fue la mejor consejera de su hijo Francisco I de Francia, llegando incluso a negociar en el nombre de éste la Paz de Cambrai en 1529, con Margarita de Austria, tía de Carlos V y gobernadora de los Países Bajos, quien a su vez tuvo un papel crucial en la vida política de su sobrino Carlos V. De hecho,  esta tregua fue conocida como “la paz de las Damas”.

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Luisa de Saboya.

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Margarita de Austria.

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Hipatia de Alejandría

Retrato imaginario de Hipatia, en un detalle de La Escuela de Atenas de Rafael Sanzio.

El pseudónimo como vía de expresión artística y literaria.

 

Ha habido muchos casos a lo largo de los siglos donde las mujeres con talento se veían condenadas a renunciar a él o a conceder el mérito artístico o literario a su marido o incluso a un hombre imaginario mediante un pseudónimo, puesto que era el único medio que tenían de hacer realidad su sueño.

Muchos de estos casos han permanecido ocultos y sacados a la luz con posteridad, aunque hubo casos de mujeres desde la Antigüedad que se atrevieron a luchar en contra de un mundo dominado por los hombres y jugaron su papel artístico y literario mostrando su rostro de mujer, aunque pocas fueran reconocidas con la justicia merecida.

Entre estas mujeres de la Antigüedad cabría resaltar a la matemática, filósofa y astrónoma Hipatia de Alejandría, o la poetisa griega Safo de Lesbos.

¿Se ha valorado a la mujer como artista o simplemente ha sido objeto de deleite e inspiración en un mundo dominado por hombres?

Cabe destacar la exposición bibliográfica que en el año 2004 realizó la Biblioteca de la UNED con motivo de la celebración del Día de la Mujer Trabajadora, donde se planteó una visión histórica sobre la evolución de la mujer en el arte desde sus inicios hasta la actualidad. Además, en dicha exhibición se ofreció una pequeña biografía sobre artistas femeninas que no ocuparon en la Historia del Arte el papel que les hubiera correspondido tener por el simple hecho de ser mujeres y pasando por ello mismo a un tercer plano la valoración acerca de la calidad artística de sus obras. Entre ellas se encuentran Lavinia Fontana, Sofonisba Anguissola, Judith LeysterRosalba Carriera, Angelica Kauffmann o Elisabeth Louis Vigée-Lebrun entre otras más.

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Retrato de Felipe II, tradicionalmente atribuido a Sánchez Coello y que actualmente se asigna a Sofonisba.

 

 Obstáculos en el aprendizaje y la labor del oficio de la pintura.

Es cierto que el número de mujeres pintoras destacadas es menor que el de los hombres, pero hay que tener en cuenta que la pintura requiere un aprendizaje que se otorgaba en un ámbito público al que las mujeres han tenido vetada la entrada la mayor parte del tiempo, siendo llamativo que en España por citar un ejemplo la mujer no pudo acceder a la Universidad en igualdad de condiciones que el hombre hasta el 8 de marzo de 1910, poco después del nombramiento de Emilia Pardo Bazán como Consejera de Instrucción Pública.

Además, la pintura requiere la adquisición de lienzos y pinturas, lo que resulta difícil de concebir teniendo en cuenta la dependencia económica que han sufrido la mayoría de las mujeres a lo largo de la Historia, requiere espacio para pintar y para exhibir y requiere tiempo, un bien del que se han visto privadas la mayor parte de las mujeres al haber sido concebidas desde sus orígenes para tener y criar los hijos y cuidar del hogar y sus maridos. En definitiva, la pintura precisa de muchas cosas que las mujeres no siempre han estado en situación de poder tener a su alcance.

Pero también es verdad que las mujeres que se dedicaron a la pintura muestran en sus obras un talento a un nivel equiparable a pintores famosos de la historia como Durero, Miguel Ángel, Rafael, Ghirlandaio, Renoir, Sargent o Degas.  Es por ello que en numerosas ocasiones se les ha achacado, para así desmerecer su talento o valía, que las enseñaron hombres o que “copiaron” de ellos, pero esto sería una acusación errónea y sin sentido alguno, puesto que todo el mundo sabe actualmente que las pintoras famosas tuvieron en sus inicios un maestro del cual aprender del mismo modo que lo tuvieron los pintores varones. Tanto para las mujeres como para los hombres que decidieron aprender el noble arte de la pintura tuvieron como maestro al sexo masculino, algo que indudablemente ha determinado la similitud evidente que existe entre sus estilos y técnicas.

Ninguna obra de arte está aislada. Siempre es fruto de una época, de una idea y de una mente creadora que quiso transmitir algo concreto.

Antes de nada, deberíamos tener presente que toda obra artística está inmersa en un contexto social que le influye aún cuando se busquen rupturas y cambios. Nunca se debería estudiar una obra artística como un objeto aislado, sin tener presente la persona que lo creó y la posible intención que tuvo al crearla, puesto que  perdería entonces un cincuenta por ciento de su valor.

Se debería tener siempre presente el trasfondo que hay tras la obra artística intentando vislumbrar la sociedad que la alumbró como si de un espejo se tratase, pues todo objeto artístico es hijo de su época y fruto de unas circunstancias específicas que originan que sea de esa forma concreta y no de otra.

Con lo dicho anteriormente no pretendo sino hacer ver que la evolución artística no se deriva de meros caprichos individuales o colectivos, aunque muchas veces pueda dar esa impresión, en parte justificada, sino más bien de la propia evolución social a lo largo de la historia. Nada en la vida es casual, sino que todo tiene una razón de ser, y de igual modo ocurre en el ámbito artístico.

Como consecuencia de ello, se explica que el papel de la mujer en el arte haya estado condicionado a su papel en la sociedad a lo largo de la Historia. Teniendo esto presente sería fácil llegar a entender la evolución del estatus de las mujeres que pasan de ser meros objetos del arte a ser artífices del mismo.

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El papel de la mujer en el arte condicionado a su papel en la sociedad a lo largo de lo siglos.

Así, mientras que hasta el siglo XX las mujeres habían sido generalmente “objeto” del arte, modelo, musas o compañeras de artistas, y habían sido predominantemente representadas en lugar de representadoras, ya en el siglo XX tanto las artistas como sus obras comienzan a adquirir un lugar progresivamente relevante en el ámbito social y artístico. 

Todo este proceso fue fruto de una ferviente lucha por alcanzar la igualdad de derechos entre las mujeres y los hombres, aunque para ello hizo falta una serie de cambios sociales que llevase a la reflexión a varias mujeres y a algunos hombres, ya que antes se habían tomado las diferencias como “normales por naturaleza”, atribuyendo a cada sexo unas tareas determinadas. Esta toma de conciencia tuvo lugar en el siglo XX y más concretamente tras la Segunda Guerra Mundial.

Resulta indignante que haya que agradecer a ese conflicto bélico el hecho de que las mujeres se encuentren en la actualidad, aunque sea en teoría,  en la misma posición de los hombres, algo que previamente hubiera sido totalmente impensable. Resulta realmente curioso que gracias a esa “naturaleza” de los hombres según la cual tenían que ser ellos, y no las mujeres, quienes luchasen, las mujeres tomasen conciencia de que esa idea imperante en la cultura no era en realidad más que una farsa que los hombres habían inventado para así conseguir que las mujeres estuviesen subordinadas a ellos. Y esto se debió a que, a la hora de la verdad, fueron ellas las que tuvieron que desempeñar, durante la Segunda Guerra Mundial, los trabajos que por “naturaleza” sólo correspondían a los hombres.

 

Una curiosa reivindicación de las mujeres incapaz de dejar indiferente a nadie. “¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Metropolitan Museum?»

Como ejemplo de esta toma de conciencia es muy llamativa una de las muchas reivindicaciones que los movimientos feministas llevaron a cabo, concretamente la que tuvo lugar en 1989 en Nueva York, que realizó unos carteles donde se leía: “¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Metropolitan Museum? Menos del 5% de los artistas de la Sección de Arte Moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos.” Otro caso de reivindicación feminista fue cuando una feminista inglesa acuchilló en la National Gallery la Venus de Velázquez, y esto se debió a que al igual que los luddistas vieron a las máquinas como sus enemigos, las primeras feministas concibieron los cuadros de mujeres desnudas como el símbolo de su sometimiento al hombre.

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El rol de la mujer en el arte ligado al papel que ha ocupado en la sociedad a lo largo de la Historia.

En primer lugar habría que tener presente que la Historia del Arte, al igual que la Historia ha sido siempre escrita por los hombres, lo que sin duda ha influido a la hora de engrandecer a los hombres frente a las mujeres en el ámbito artístico, literario, político, etc.

Pero otro aspecto importante a tener presente es el hecho del deseo de poseer obras de desnudos femeninos para placer y deleite, algo que tuvo relación con el desarrollo del gusto humanista, como por ejemplo demuestra la opinión del escritor y humanista Ludovico Dolce al considerar que el principal propósito de la pintura era proporcionar placer. Otro ejemplo es el encargo que Federico de Gonzaga realizó a Sebastiano del Piombo especificándole que no deseaba pinturas de santos sino algunas pinturas que fuesen atractivas y bellas de contemplar.

Durante la enseñanza escolar y secundaria no hemos oído hablar apenas del aporte considerable que las mujeres han hecho a la pintura. Tanto los historiadores/as como los educadores/as han ignorado a estas mujeres de enorme talento artístico y sus magníficas obras que lo testimonian. Esto se explica porque la Historia del Arte del siglo XX se ha encargado de borrar la presencia de las mujeres artistas.

Este hecho resulta al mismo tiempo incongruente y paradójico, puesto que fue entonces cuando las mujeres comenzaron a reclamar derechos de igualdad con respecto a los hombres, mientras que anteriormente las mujeres artistas habían podido ser visibles para sus coetáneos y sin embargo no habían aún reivindicado nada. Sería interesante cuestionarse el motivo al que se debía esa intención anuladora, pues quizás en el fondo lo que subyacía era el miedo a perder la hegemonía masculina en el arte, algo que parecía estar viéndose afectada en estos momentos.  Es en la actualidad cuando se está llevando a cabo una recuperación de la historia de las mujeres artistas por parte de las investigadoras femeninas.

Los movimientos vanguardistas en su intento de querer romper con la tradición,  innovaron a nivel técnico, formal y estético, además de cuestionarse sobre las relaciones entre el creador y su obra y la supuesta subjetividad del artista,  sobre qué era una auténtica obra de arte y sobre la universalidad del juicio artístico. Pero, en cambio, continuaron manteniendo la idea de que el genio es un atributo masculino y la máxima de Proudhon sobre que el género del arte es el masculino. No obstante, a todo ello habría que sumarle algo aún más grave, si cabe, y es que no dudasen de la pertinencia del orden social en lo que a las relaciones entre los sexos se refiere.

 

El siglo XX y la concepción de la mujer en el arte. Las mujeres tratadas como objetos en las Vanguardias.

Resulta irónico incluso de que artistas vanguardistas, que se vanagloriaban de rupturistas respecto a la tradición y a los convencionalismos estéticos, no siguiesen sino haciendo lo mismo que habían hecho los artistas a lo largo de la historia: considerar a la mujer como meros objetos de placer estético.

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Esto es precisamente lo que hicieron Allen Jones, Tom Wesselmann o Man Ray, al que habría que sumarle además otra dosis de tradición, la consideración de clase y raza para valorar a las personas y especialmente a las mujeres.

 

“El baño Turco” de la artista Sylvia Sleigh. Una visión diferente del desnudo artístico. El hombre como inspiración.

En contraposición a la visión que de las mujeres tienen los hombres en sus obras, hay que destacar la labor artística de la artista Sylvia Sleigh en su obra “El baño Turco”, donde, en su intento de reflexionar sobre el cuerpo de hombres y mujeres, es el cuerpo desnudo de hombres el que se convierte en objeto de contemplación invirtiendo los tradicionales papeles históricos en los que eran los hombres los observadores y las mujeres el objeto contemplado. Sin embargo, en lugar de contemplar el cuerpo masculino desnudo como objeto de placer, tal y como lo hacían los hombres respecto a las mujeres, ella transmite en su obra respeto como personas que son.

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Grandes artistas relegadas a un tercer plano por el hecho de ser mujeres.

Entre 1900 y 1970 los artistas europeos y norteamericanos, desde los cubistas a los minimalistas, pasando por los surrealistas y los del pop art creyeron en la diferencia de ambos sexos tanto a nivel emocional como psicológico y esta creencia mayoritaria ha servido para justificar la situación subordinada de las mujeres en el orden social, según el cual las mujeres seguían siendo objeto de deseo y posesión.

Esta ideología ha costado mucho esfuerzo desmontar, por lo que artistas (mujeres) de la década de los setenta intentarán en sus obras transmitir reflexiones sobre el cuerpo de las mujeres y hombres y sobre el poder patriarcal, pero resulta irritante de que en ocasiones ello se haya tomado por parte de los críticos como obras que afirmaban la diferencia entre los dos sexos y los diferentes roles asignados a cada uno. 

Esto es lo que ocurrió con la artista Louise Borgeous con su serie de cuadros titulados “Femme Maison”, con los que no sólo no consiguió su objetivo de denunciar la situación social de las mujeres y los conflictos entre el ser artista y mujer, sino que además sirvió a los críticos para seguir en su postura androcéntrica afirmando que tales obras no hacían más que afirmar la identificación natural entre la mujer y el hogar.

Me parece indignante que se llegase a establecer en época burguesa una división dentro de las mujeres por la cual se podía ser esposa, prostituta u obrera, en función de los distintos modos de empleo del cuerpo femenino por parte de los hombres burgueses.

Las artistas del siglo XX tuvieron que enfrentarse con estas dificultades, que influyeron, al igual que influyen todas las circunstancias sociales, en la percepción no sólo de ellas como artistas sino también de sus propias obras.

En relación a todo esto, sobresale la obra de Berthe Morisot titulada “La Nourrice et Julie”, que a pesar de las apariencias resulta ser muy transgresora, pues representa al mismo tiempo “mundos” que en aquella época resultaban contradictorios como son el trabajo y la maternidad, pues aprovecha su lactancia, fruto de la maternidad, para trabajar vendiendo su cuerpo, algo propio de las prostitutas, pero con una causa virtuosa.

Afortunadamente, a lo largo del siglo XX las cosas fueron cambiando, sino de forma plena al menos aparentemente, puesto que  las limitaciones que había sufrido la mujer a lo largo de toda la historia se habían superado. De este modo, ya podían acceder libremente a las escuelas de pintura, podían participar en exposiciones y concursos o copiar desnudos del natural, algo hasta entonces totalmente prohibido para las mujeres,  por lo que al ser dicho modo de aprendizaje necesario para poder dedicarse a los temas históricos o mitológicos, se vieron obligadas curiosamente pero no por casualidad a pintar temas considerados menores, como son las naturalezas muertas y los paisajes.

Pero la cosa no se quedaba ahí simplemente, pues los prejuicios continuaban anclados en la sociedad, por lo que las escuelas de arte seguían siendo gestionadas por hombres, los críticos de renombre seguían siendo hombres y los jurados de los concursos los componían hombres, y por lo tanto no se iba a hacer una apreciación justa de sus obras, ni en su valor como obra artística ni en su interpretación. Era por este hecho por el que se fijaron los estereotipos sobre qué y como debe pintar o esculpir una mujer, lo cual no dejaba de ser absurdo cuando hubo quienes atribuyeron obras femeninas a los hombres, demostrando así la incongruencia de las diferencias entre sexos y el carácter masculino de la genialidad y el arte.

Es curioso que se tenga a veces tan en cuenta algunas leyendas y tradiciones y en cambio otras se ignoren por completo, como la tradición recogida por Plinio el Viejo en su Historia Natural, donde muestra que la pintura fue una invención femenina, concretamente de la joven hija del alfarero Butades Sicyonius que trazó sobre un muro el contorno de la sombra del rostro de su amado cuando partía para lejanas tierras. Son múltiples las tradiciones que en cambio se han aceptado y alabado a lo largo de la historia aún incluso sin considerarlas creíbles, tan solo porque sus protagonistas eran hombres. Esto ocurre precisamente porque no interesa a una sociedad andrógina, pues ello supondría el ensalzamiento de la mujer en el mundo artístico y la caída de ese ideal  consistente en que el género del arte es masculino y que la genialidad es exclusiva de los hombres.

Autora: Inmaculada Mansilla Cejas, Historiadora del Arte, especializada en Museología y Patrimonio Cultural, y en Historia del Arte Antiguo y Medieval.

Bibliografía y webgrafía.

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Méndez, Lourdes, Antropología de la producción artística, Madrid, Síntesis, 1995.

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Nochlin, Linda, “Why have there been no great women artista?”, en: Art and sexual politics, Hess & Baker, 1972, pp. 1-43

Val Cubero, Alejandra. La percepción social del desnudo femenino en el arte (siglos XVI-XIX). Pintura, mujer, y sociedad. Madrid, 2001.

Villegas Morales, Gladys. “Resignación de las mujeres en el arte”.  Revista entreumanos. Universidad Veracruzana. Año 2 No. 3 y 4 Agosto. 2004

http://www.rtve.es/noticias/dia-internacional-mujer/universidad/

http://www.uned.es/biblioteca/mujer_arte/introduccion.html

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/03/07/actualidad/1331123676_215082.html

By |3 marzo 2018|

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